Recuerdo cuando mi coordinadora de infantil me propuso realizar esta formación; la acogí con ilusión, sentí ganas de vivir la experiencia.
Llegó el momento y estando en el tren era consciente de que iba a ser una vivencia donde podía dejarme envolver por el aprendizaje. Por otro lado, me sentía inquieta por acudir a un lugar donde iba a convivir con gente que no conocía, durante una semana. Sin embargo, todos teníamos un proyecto común, nuestra misión marista.